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LA CUCA Era más lista que el hambre. Aunque parezca increíble, la Cuca abría el portón de la cuadra y se paseaba sola cuando le venía en gana. Después, transcurrido un tiempo prudencial volvía y se colocaba en su sitio despacio, tomaba de nuevo su lugar y esperaba paciente que Baldomero le diera de comer. Era más lista que el hambre y trabajadora como ninguna. Aquella mula respiraba entrega, nunca se paraba, no se resistía a las labores del campo, porque sabía, y Baldomero se daba cuenta, que era indispensable y que sin ella la familia no comía. Mi Baldo no quería, a mi Baldo lo liaron. A alguien se le ocurrió que Baldomero era el que más sabía de mulas en el pueblo y con las primeras luces ya asomando, con las migas de leche aun calientes encima de la mesa, tocaron a la puerta. Mi Baldo no hablaba de política. A él lo que le llevaba de cabeza era el grano, las pezuñas y el quehacer de la tierra seca y la lluvia que la alimenta. Ver salir el sol en la era, seguir su mágico arco, decía